¿Realmente los docentes potenciamos la capacidad de planificar, crear, y canalizar experiencias formativas para la lectura en los diferentes niveles educativos?
Mucho se ha comentado sobre la importancia de la lectura, su desarrollo en la escuela y su uso en la educación superior; sin embargo, cada día nos encontramos con los comentarios de jóvenes universitarios que nos dicen: “Estoy preocupado, leo pero no retengo nada, no sé cómo estudiar”. Ante ello cabe preguntarnos, ¿realmente los docentes potenciamos la capacidad de planificar, crear, y canalizar experiencias formativas para la lectura en los diferentes niveles educativos?, ¿enseñamos a nuestros jóvenes realmente a leer? ¿Desarrollamos en ellos las competencias lectoras?
Más de un docente aseguraría que sí, pues busca promocionar la lectura a través de diversas formas, pero aun así muchos de los jóvenes que concluyen la EBR (Educación básica regular) presentan dificultad cuando deben enfrentarse a textos ya no de tipo escolar sino textos con mayor cantidad de información y sobretodo complejos.
Son muchos los autores que plantean una serie de consideraciones que podrían ser efectivas sobre la lectura en la escuela, universidad y en la vida cotidiana. Para Antonio Diez Mediavilla (2015) “nos situamos frente a un panorama de difícil explicitación en el que resulta imprescindible empezar a delimitar de qué manera se produce la actividad lectora cuando el lector se enfrenta a un mensaje con intención esencialmente informativa” como lo es en la educación superior.
Para enfrentarnos a los textos que leemos, intervienen variadas operaciones cognitivas como la memoria, organización, comprensión, etc. Estas dependen de factores contextuales (lo que está en el texto) como de factores individuales, por ello la lectura es un acto individual, único que implica un grado de participación activa o comprometida del lector que la convierte en una actividad personal, individual e incluso diferente para cada una de las lecturas posibles de un mismo texto. Según Sánchez, 2005, para alcanzar dicha competencia lectora es necesario que, entre otros aspectos, desarrollemos:
Teniendo en cuenta lo mencionando por Sánchez 2005, entonces una de las competencias y quizá las más importantes para formar buenos lectores serían el uso de diversas estrategias tanto cognitivas como metacognitivas a fin de lograr consciente e inconscientemente la comprensión lectora. Cada día se hace más necesario que nuestros jóvenes, al culminar la secundaria, cuenten con estas estrategias que les permitan seleccionar, interpretar, retener y sobretodo construir sus propios conocimientos a partir del texto que leen.
Existen una gran variedad de programas de entrenamiento sobre estrategias de aprendizaje, que han demostrado ser efectivos e incluso generalizados, el que estos programas den resultado requiere no solo que el estudiante lo aplique de manera autónoma, sino que además se requiere de un adecuado método de enseñanza y de las competencias docentes (cómo que el docente domine y enseñe las estrategias, lo que hace durante la enseñanza y cómo proporciona y gestiona los mecanismos para que el joven estudiante pueda llegar a ser un lector competente). En el Colegio Antares – CPAL, los docentes que trabajamos día a día con niños y jóvenes estamos comprometidos a lograr que nuestros alumnos culminen su EBR, estén preparados para enfrentar situaciones de su vida de estudiante – aprendiz.
Referencias:
Diez, A. (2015). Creatividad y comprensión lectora. En Jimenez- Pérez. (2015). La comprensión y las competencias lectoras. Madrid. Editorial Síntesis.
Sanchez, A. (2005). De la estética de la recepción a la estética de la participación. Mexica. Universidad nacional autónoma de México.