¿Cómo saber si realmente es una "dificultad específica" y no un retraso simple y temporal?

Aquí es donde la escuela y la familia comparten un primer rol: el de observadores. Docentes de aula y padres de familia o cuidadores podrían advertir cuándo un estudiante no consigue adquirir o consolidar una habilidad. Por lo general ello se logra haciendo una comparación con los aprendizajes esperados y, a pesar de que muchas veces se sostiene la idea de que cada persona aprende a su ritmo, es importante considerar que existen normas que nos permiten detectar las DEA. Estas normas o parámetros viabilizan la distinción entre una dificultad y un retraso simple que puede derivarse de poca práctica o limitada instrucción. Esos parámetros son utilizados en evaluaciones estandarizadas, de manera que luego de haber advertido los docentes o padres de familia algún desnivel, la primera acción importante es solicitar a un profesional especializado iniciar un proceso de evaluación.

La evaluación concluyó que se trata de una DEA, ¿qué se debe hacer?

La escuela, al ser uno de los principales núcleos responsables de la instrucción académica del estudiante, debe asumir dos roles luego de una presunción o confirmación diagnóstica. El primero orientado a facilitar estrategias efectivas para conseguir la adquisición de aprendizajes y el segundo enfocado en cuidar que el entorno social sea favorecedor. El conocimiento de las estrategias efectivas proviene de la investigación, más que de la experiencia profesional; por tanto, la segunda acción que debe realizar la escuela es dotar a sus docentes de recursos informáticos, didácticos y actitudinales que les permitan atender a esta población, considerando además que es una actividad que se encuentra contemplada en nuestra legislación. La tercera acción contempla visibilizar y normalizar las diferencias, es decir, compartir información y experiencias que permitan a los estudiantes comprender que cada uno posee destrezas y debilidades en distintas áreas y todas deben ser respetadas.

Y la familia, ¿qué otro papel juega?

La familia, por su parte, tiene un segundo rol crucial: el nexo. Los padres de familia o cuidadores deben representar ese canal de comunicación entre docentes, especialistas y otros profesionales de apoyo. Sólo de esa manera se podrá garantizar la socialización de estrategias y consecución de objetivos. Ser constantes con el seguimiento a las terapias y apoyos que los niños requieren, realizar el refuerzo en casa de los ejercicios o actividades propuestos, será fundamental para el avance. El tercer rol de la familia o cuidadores se orienta a velar por la integridad emocional del niño, niña o adolescente con DEA, quienes realizan grandes esfuerzos para cumplir los objetivos trazados asistiendo a sus terapias y enfrentando retos en la escuela y sociedad. Por tanto es importante facilitarles espacios, más allá del académico, donde puedan desenvolverse e identificar fortalezas, encontrar espacios de disfrute y satisfacción, así como participar de experiencias gratificantes y reforzantes que ayudarán a fortalecer su autoestima y desarrollo personal.

El trabajo en conjunto de la escuela y la familia, junto con un abordaje especializado beneficiarán enormemente a los niños y adolescentes con DEA, desde el momento de la detección, evaluación e intervención en dichas dificultades.